El miércoles15 de septiembre mientras miles de hondureños celebraban las fiestas patrias, una humilde familia de El Negrito Yoro, a unos 300 kilómetros al norte de Tegucigalpa, tuvo la peor desgracia de su vida.
El padre de familia dejó en un rincón dos pedazos de queso envenenado con matarrata, pero quienes se lo llevaron a la boca fueron los dos menores de la casa, un niño de dos añitos y una niña de 4 años, el resto de la historia ya ustedes se la imaginan.
La afinidad entre periodismo y desgracia, nuevamente sale a flote. La noticia se difundió en tres segundos, pero al día siguiente fue lo peor los periódicos locales publicaron fotos donde se apreciaron los cadáveres de los dos niños sobre una mesa como que el asunto hubiera sido una competencia y no muerte y dolor.
Otra vez se muestra lo desprotegido que está el lector frente a los excesos del periodismo verdulero. A mi juicio, en la publicación de esta foto existe un claro irrespeto a los Derechos del Niño, a la familia dañada, a los lectores y naturalmente al periodismo.
Con qué intención publicaron esa foto? Había que preguntárselo a ellos, sin embargo pareciera que lo hicieron sólo por morbosidad y por afectar sicológicamente a sus lectores.
Bastaba solamente con mostrar fotos de los niños en vida, salía más elegante en medio del trágico suceso. No está demás mencionar que uno de los atributos de ese hecho es la condición económica de la familia, eran pobres, si hubieran sido ricos, otra hubiera sido la foto y otro hubiera sido el enfoque.
Lo que hace falta al periodismo, y a los medios de comunicación, es alma y corazón, también hace falta que corra sangre por las venas, es decir hace falta ser humano -humanidad, se nos perdió- Nos hemos vuelto maquinas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario