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miércoles, 9 de diciembre de 2015

Los formas de Violencia que hacen emigrar a los garífunas desde Honduras




                                                                                                                                         Kenny Castillo Fernández
Garífunas detenidos por Migración en México en su viaje a Estados Unidos

Investigador Independiente
Migración y Dispersión de la Población Garífuna en la Última Década

La violencia contada a través de los homicidios, cantidad de balas; armas cortas y de grueso calibre no es la que hace emigrar a los GARIFUNAS desde Honduras. No lo es en lo absoluto, sino las otras formas de violencia que no preocupan ni a los medios de comunicación social, ni a los analistas ni a los académicos. ¿A quién le molesta, por ejemplo, la discriminación racial? ¿Se le ocurre a usted designar la falta de oportunidades como un factor de expulsión? 

¿Cuántos foros, cuantas consultorías, cuántos apoyos de la comunidad internacional se destinan a estos temas. ¿Cuantos observatorios existen para estos asuntos? ¿Aparecen en las prioridades del país?
Se ha extendido la creencia de que los garífunas forman parte de los hondureños que emigran del país huyendo de la inseguridad ciudadana, del aumento descomunal de los índices de criminalidad; afirmar tal cosa es caer en la falacia e indica un claro desconocimiento de la realidad de estas comunidades.

El éxodo garífuna está vinculado a otros tipos de violencia, que no generan cobertura mediática, ni convoca a los especialistas; se trata de violencias silenciosas, que no son sangrientas, aunque han generado sangre. Estos tipos de violencias son las que NO gastan la tinta de los periódicos, ni aparecen en la televisión.

Fue violento el desalojo de decenas de garífunas por parte de la Policía Nacional -con sus armas de poder- en la aldea Barra Vieja, Tela, Atlántida. Lo mismo aconteció en Castilla. Ninguno de los actos apareció en los periódicos. Estos acontecimientos violan derechos fundamentales como el goce de la justicia y de ser tratado de la misma manera que los otros, entendiendo a los dueños de los proyectos turísticos que promueven esos desalojos. 

La marginación socioeconómica es violencia, no da oportunidades, cierra todas las puertas y condena a la pobreza y miseria a miles de familias. La dificultad para acceder a préstamos en los Bancos y todas las políticas económicas es la violencia del sistema porque escoge a quienes se les da oportunidad y a quienes no. Eso es violencia.

La presión que hay sobre las tierras garífunas es violencia. La desigualdad es violencia, la marginación también lo es. La falta de oportunidad es violencia. El desempleo es violencia. La exclusión es violencia, la discriminación y la indiferencia, igualmente.

Los garífunas tal y como lo sugiere el sociólogo Ricardo Puerta han sido migrantes por generaciones y esto no está asociado a la violencia. Han desarrollado una cultura migratoria y no porque quieran, la condición de vida en Honduras los ha forzado.

Sumemos también los violentos efectos del cambio climático; los mares cada vez más pobres. Para conseguir peces hay que viajar más lejos dentro del mar, claman los pescadores. En adición a lo anterior, la enfermedad que acabó con miles de cocoteros parte esencial de la dieta alimenticia de los garífunas.

En consecuencia los garífunas han sido creativos y han puesto a operar sus propias redes de migración para encontrar los estadios de superación que aquí se les ha sido vedado y esa transnacionalidad ha sido positiva, pues el milagro del desarrollo, transformación socioeconómica y la explicación del progreso garífuna tiene nombre y apellido: migración hacia los Estados Unidos.

Otra más: como en los años 40, 50, 60, 70 u 80 no fue la violencia criminal la que ha sido factor de expulsión para los garífunas, ahora tampoco lo es. Los garífunas se siguen yendo por los mismos motivos que hace 70 años, seguimos luchando por lo mismo, tal y como nos lo dijo el 30 de marzo en una conferencia en Memphis, Tenesse la directora ejecutiva de Asociación Nacional para el Avance de la Gente de Color (NAACP), Madeline Taylor.

El problema radica en cómo la mentalidad paranoica que se ha desarrollado en Honduras nos programa para que cuando no hay sangre, no hay problema; cuando no hay muertos tampoco. Es la forma como se nos ha alterado el sistema nervioso central, la idiosincrasia y la visión sobre los hechos que ocurren a nuestro alrededor.

Foto de Diario El País de España

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