Uno de los efectos de la migración garífuna es el mestizaje que va creando interesantes fusiones fenotipicas. Cada día debemos acostumbrarnos a estos rostros especiales
Kenny
Castillo Fernández
Investigador
Independiente
Migración
y Dispersión de la Población Garífuna en la Última Década
Con apoyo
de Flacso-Honduras
Tegucigalpa, Honduras. Mujer elegante, piel de
tono amarillento, ojos café. Mucho se puede escribir sobre la estructura física
de Hanna Crisanto, pero basta con resumir que en su estampa, muestra el cruce perfecto
entre la delgadez alemana y la voluptuosidad del cuerpo femenino garífuna.
Tiene
un rostro angelical, dientes bien cuidados, cutis limpio, se nota de lejos que
se ha protegido del sol y que además ha bebido mucha agua. Debo decir que
Europa no sufre el sol que tenemos aquí en las zonas tropicales.
Su
cara nos enseña una mona lisa moderna, pero lo mejor está en su expresividad,
en lo que proyecta, sus ojos emiten dulzura. Hoy anda un look de pelo raso lo
que le da aires de modelo de pasarela. Hace cierto tiempo también practicaba el
fútbol y eso le favoreció.
Mi
entrevistada anda hoy un vestido negro largo, excesivamente largo. Tan largo
que da hasta el tobillo. Sus manos no las anda libres porque debe utilizarlas
para subirse la enorme tela. Pero de allá de lejos, lejos se aprecia que sus
piernas están al nivel de su rostro.
A
Hanna le acompaña una disyuntiva especial; en Alemania no la ven como alemana y
cuando está en Honduras tampoco la ven como hondureña. Explica que, “No me veo
ni como alemana, ni como hondureña, me veo como ser humano, todos somos lo
mismo, no importa de dónde somos”, dice.
Pero,
de dónde eres?
Más
que una respuesta viene una explicación. “Soy mezcla de garífuna con alemán. Mi
papá es garífuna y mi mamá alemana, tengo 23 años y vivo en Hamburgo,
Alemania”.
Hanna
nació en Honduras y desde los 4 años, se fue para Alemania. De más está mencionar
las diferencias que hay entre una y otra sociedad, pero Hanna no repara en eso.
Ella esboza una sonrisa tenue y enseguida dispara que se siente bien en ambos
lugares.
Saben
de quien es hija?
De
Armando Crisanto Meléndez, el consagrado coreógrafo director del Centro de la
Cultura Garífuna de Honduras y del Ballet Folclórico Garífuna. Crisanto es un
afamado bailarín, pero sería injusto dejarlo solo hasta ahí, realmente él es
una gloria de la identidad nacional, un orgullo garífuna. Es un escritor. Un
investigador.
Las razas provinieron de las mezclas entre la población. Ejemplo: Los españoles y los indígenas formaban un mestizo. Los españoles y los negros formaban los mulatos. Los negros y los indígenas formaban los zambos Romina Salarrayan.
¿Cómo le llamaremos a las mezclas de garífuna?
Con
Hanna conversé en el marco de mi investigación “Migración y Dispersión Garífuna en la Última Década”. Una de las
líneas de mi trabajo es el mestizaje garífuna con otras culturas del mundo y que
da lugar a nuevos tipos de garífunas dispersos por todo el universo, otro buen título
para esto podría ser globalización del pueblo garífuna o expansión global
garífuna.
Así
como cada uno de esos seres es diferente, Hanna Crisanto es diferente. La
verdad es que todos somos diferentes pero, no me refiero a esa diferencia
cajonera de que cada persona es un molde. Me refiero a la mezcla garífuna-alemana
desembocada en su figura maravillosa, a ese “tumbao”que indicaba Celia Cruz. Un
poco más sobre ella es que tiene un fuerte interés en la cultura y en la lengua
garífuna. Como era de esperarse le gusta la música nuestra y cuando escucha
tambor se conecta con el sonido.
Los
garífunas sabemos que hay un componente místico que nos hace reaccionar cuando
escuchamos el sonido del caracol, del tambor y de las maracas. Es una
interrelación espiritual, una poderosa abstracción que te atrae y te atrapa.
Nosotros que nacimos y crecimos en ambiente garífuna lo sentimos y Hanna
Crisanto siente lo mismo, por eso habla de mejorar su ritmo de baile y a aprender
el idioma garífuna.
Uno
de los grandes efectos de la migración garífuna ha sido el mestizaje. Digamos
que los garífunas en el extranjero se han integrado a la perfección, como uno o
una más de la sociedad receptora. Esto es de resaltarlo porque indica el gran
salto del pueblo garífuna. Así entonces, tenemos mezclas de garífuna-japonés, garífuna-belga,
garífuna-argentino, garífuna-húngaro, garífuna-nigeriano, garífuna-angoleño, garífuna-chino.
No somos menos que nadie.
Un
día después de nuestra plática en un café de Tegucigalpa, Hanna tomó el vuelo
para Nueva York, con destino definitivo a Hamburgo. Seguirá sus planes de
retomar sus estudios y enfilar baterías para lograr recibirse como Psicóloga de
Negocios, pero habiendo ya cursado uno de sus objetivos, el de venir a Honduras,
a la tierra de los garífunas, su territorio, en esa intensa búsqueda por
encontrarse con ella misma. En un lapso corto espera regresar para contribuir
con el desarrollo humano de su paisano de este lado del mundo, mientras tanto
en Hamburgo continuará escribiendo y editando su presente y futuro.
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