Por: Ana Cristina
Aristizabal Uribe
Colombia
El peor daño que
se le hace a una persona es darle todo. Quien quiera anular a otro sólo
tiene que evitarle el esfuerzo, impedir que trabaje, que proponga, que se
enfrente a los problemas (o posibilidades), de cada día. Que tenga que resolver
sus dificultades.
Regálele todo: la comida, la diversión y todo lo que pida, así le evitará
utilizar todas las potencialidades que tiene, sacar recursos que desconoce y desplegar
su creatividad. Quien vive de lo regalado se anula como persona, se vuelve perezosa,
anquilosada y como un estanque de agua, que por inactividad pudre el contenido.
Aquellos sistemas que por “amor” o demagogia sistemáticamente le regalan todo a
la gente, la vuelve más pobre entre los pobres.
Es una de las caras de la miseria humana: carecer de iniciativa,
desaprovechar los talentos, potencialidades y capacidades con que están dotadas
casi todos los seres humanos.
Quien ha recibido todo regalado se transforma en un indigente, porque
asume la posición de víctima que sólo se queja. Cree que los demás tienen
obligación de ponerle todo en la mano, considera una desgracia desarrollarse en
un trabajo digno.
Es muy difícil que quien ha recibido todo regalado algún día quiera convertirse
en alguien útil para si mismo. Le parece que todos a su alrededor son
responsables de hacerle vivir bien y cuando esa “ayuda” no llega, culpa a los
demás de su “desgracia”, (No por anularlo como persona sino por no volverle a
dar)
Sólo los sistemas más despóticos impiden que los seres humanos desarrollen
toda la potencialidad para vivir, creen estar haciendo bonito, pero es
definitivamente estar empleando un arma para anular a las personas. (No quiere
decir que la caridad de una ayuda temporal, no sea necesaria en momento especial).
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