El 12 de abril de 2016, día conmemorativo
de la llegada de los garífunas a Honduras en Sangrelaya, Iriona, Colón,
murieron 3 compatriotas de las comunidades de, San José de la Punta (Lichuguagu),
Cusuna (Gusunougati) y Ciriboya (Mañali). Para más desgracia un día antes había
muerto el líder garífuna Celeo Álvarez Casildo. Fue un abril muy triste.
Tegucigalpa,
Honduras 17 de nayo de 2016.- Que
muera un garífuna es una desgracia, dos es lo peor y que se vayan cuatro es un
dolor profundo.
Eran las 5 de la madrugada y los primeros
rayos de sol se miraban en el horizonte. Se escuchaban las aves dando la
bienvenida a un nuevo día y el sonido de las personas tras los festejos de la
noche anterior.
Varios jóvenes estudiantes y unos pocos maestros se aprestaban
a tomar un cayuco de motor de regreso desde Sangrelaya a sus comunidades.
El amanecer es un símbolo de esperanza,
es uno de los panoramas más hermosos que da la naturaleza. Es el remanso de
paz, es cuando renacen las ilusiones y los planes. Es cuando asomas a ver a tus
seres queridos. La mañana es para los creyentes como el encuentro con Dios y si
no, la muestra más perfecta que la divinidad sí existe.
Pero la mañana del 12 de abril de 2016
será inolvidable para el municipio de Iriona. Aquella mañana cuando muchos de
los habitantes aún dormían, unos 35 jóvenes embarcaban en un enorme cayuco para
hacer el viaje de regreso a sus comunidades tras una noche cultural. Estaban somnolientos, pero felices y satisfechos. Todo estaba bien. Todo normal.
Como suele suceder en estos lados
recónditos las medidas de seguridad no existieron. Los pasajeros iban sin salva
vidas. Tampoco había alguna autoridad que pudiese dar el visto bueno. No hubo
alguna instrucción para los pasajeros en caso de peligro. No hubo previsión en
caso de sobre carga y también falló el sentido común porque los pasajeros tan
sólo pensaron en llegar a sus casas y posteriormente asistir a la puesta de la
primera piedra del colegio en el que estaban. El ministro de Educación Marlon
Escoto estaba ahí para ese propósito.
Justo antes de la partida, una de las
jóvenes que no viajó dijo que sintió un sueño y adormitada arrimó su cuerpo sobre un árbol. Ella escuchó
el encendido del motor y notó cuando se iba desvaneciendo como alejándose, de
pronto se advirtió que el sonido del motor se aceleró y segundos después un
clamor de miedo, eran los pasajeros en un grito colectivo.
Cuando la lancha enfiló su ruta, una
extraña premonición rebotó en la mente de los pasajeros, era el prólogo de lo
que pasaría después, de poquito a poco el agua inundó el cayuco. De pronto se escuchó una aceleración, en la orilla se escuchaba el esfuerzo
del motor, pero lejos de salir el enorme cayuco se fue a la profundidad. Ahí empezó la desgracia.
Los pasajeros se tiraron al agua, en el molote y el terror, Handrik Lourdes Mauricio
(17), Lithza Daniela Suazo Thomas (17) y Lesber Daniel Cacho Castillo (14) no
conservarían sus vidas, tristemente murieron ahogados. Lesber fue rescatado
casi de inmediato y se le practicaron maniobras de resucitación, pero fue
imposible que regresara de la muerte.
Posteriormente encontraron el cuerpo de
Daniela Suazo que llevaba en su vientre un bebé, siete horas después como a la
una de la tarde, dieron con el cuerpo de la adolescente Handrik. Fue un día de
mucho dolor que movió a toda la comunidad garífuna.
En un instante el municipio de Iriona fue de la alegria de las fiestas al llanto de la muerte. Es extraño que haya pasado el 12 de abril, día de
celebración por ser la conmemoración de la llegada de los garífunas a Honduras
y para más inri había muerto un día antes el líder garífuna, presidente de la
Organización de Desarrollo Étnico Comunitario (ODECO) Celeo Álvarez Casildo.
Los fallecidos están repartidos: el varón
es originario de San José de la Punta (Lichuguagu), la joven Handrik de Cusuna
(Gusunougati) y Daniela de Ciriboya (Mañali). Los tres estudiantes del
Instituto Álvaro Contreras de Ciriboya, cursantes del Bachillerato Técnico en
Agronomía.
La última noche de sus vidas, los jóvenes
habían estado felices compartiendo una noche cultural previo a la jornada de
conmemoración, sin saber que a las pocas horas partirían de este mundo.
En medio de toda esta fría y triste
historia hay un poco de sol: una de las profesoras del Centro que acompañaba a
los alumnos viajaba con sus dos hijos, uno de un año y el otro de seis. El
menor había tragado agua, los de la comunidad lo creían muerto sin fijarse que
tenía signos vitales. Con las técnicas de resucitación hechas el niño se
recuperó, todos lo consideraron un milagro.
El 12 de abril de 2016, es un triste día
para el municipio de Iriona y para la nación garífuna, como dijo el escritor
nacional Virgilio García en su libro La bahía del puerto de sol y la masacre de
los garífunas de San Juan, los pajaritos se escondieron, las hojas de los árboles
entristecieron y las olas del mar enmudecieron como negándose a ser escuchadas.