Gustavo come directamente de la basura |
Tegucigalpa, Honduras 3 de marzo de 2013.- Era de esos días muy
agitados con mucho por hacer y de repente todo queda a oscuras. Se fue el
fluido eléctrico. De inmediato a echarle
rayos a la estatal eléctrica. Como a las
11:20 minutos de la mañana, decidí sentarme en la cocina a platicar para
esperar que la energía eléctrica volviera. Fuera de donde me senté, había cuatro
bolsas llenas de basura pendiente de ser llevadas, de pronto, casi de la nada,
como se tratara de una aparición sobrenatural, llegó un muchacho.
El tipo de
estatura regular, tez morena; traía gorra roja con la marca Coca Cola; suéter azul,
pantalón verde y zapatos café. Además traía a sus espaldas una mochila escolar y
dos sacos; uno en cada hombro. Tenía actitud de buscar algo, pero eso no me
resultaba extraño, en Honduras cientos de personas viven de la basura, luego después
sabría que éste en particular buscaba botellas de plásticos que luego vende en
la recicladoras.
Lo que no esperaba era lo que vendría a continuación.
El tipo abrió una bolsa y tras tres segundos empezó a comer. Me interese mas en
la escena y supe que había descubierto restos de pescado y se los estaba llevando a la boca. Directamente de la bolsa de basura. Esto me dejó
helado, el tipo no parecía ser un demente, ni mucho menos.
Asegura que esa comida no le hace daño |
Solamente sabe que tiene hambre |
No me pudo aguantar y “Oíme te vas a
enfermar”, le dije. “No comas eso”, agregué.
-No, no me hace daño, está rico, contestó
No paró de llevarse las piezas a la boca. Movía
la boca y contestaba al mismo tiempo.
Dio la impresión que me quería dar una demostración.
Para más comodidad sacó el plato donde
estaban los restos de pescado y siguió comiendo.
Cómo te llamas? le dije
-Gustavo
Cuantos años tenés?
-30
Por qué te comes eso?
-Tengo hambre
Y dónde sos?
De aquí de Tegucigalpa.
Se sentó en el suelo y me preguntó, de
donde sos?
De Corozal, puso cara de nunca haber escuchado ese nombre -Cerca de La Ceiba-
agregué.
Entro en razón y reflexiono “andar descalzo
es clavo ahí, es fuerte el sol”, se río.
Yo me reí también confirmando lo difícil
que es, en efecto, andar descalzo en mi comunidad. El sol golpea fuerte y por
lo tanto Gustavo tenía razón.
Terrible situación económica viven miles de hondureños |
Terminó de comer, devolvió el plato de
papel donde lo había encontrado, dejó la bolsa abierta y luego buscó por lo que
venía. Sacó 2 botellas de Coca Cola y una Sprite. Las echó en los sacos que
llevaba en sus hombros y se acercó para despedirse. Saqué un billete de a diez,
se los extendí y antes de tomarlos me dijo “yo no ando pidiendo, pero si es de
su voluntad”, levantó los hombros en señal
de aceptación. Tomó el billete, puse firme mi puño para encontrarse con el suyo.
Nos vemos Gustavo. Gracias, me dijo.
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