jueves, 21 de enero de 2016

Cinco cosas por las cuales ir a Útila

Un paseo por los rincones de una hermosa isla, uno de los puntos predilectos para los aprendices de buceo

Son las 9 con 15 minutos de la mañana y el muelle de Cabotaje de La Ceiba es un “hormiguero” con decenas de personas en movimiento, en pocos minutos zarpa el ferry para Útila, la más pequeña y exótica isla de Islas de la Bahía que hoy me toca conocer después de muchos años de quererlo hacer.

Me voy en el ferry nuevo -Útila Dream-, la imponente maquina naranja y blanco es una maravilla moderna, una construcción de vanguardia que es todo un lujo para un corto recorrido. Cualquier persona que tema viajar por mar, se sentirá particularmente atraído por la estética de esta embarcación.
Comodidad, lujo y confort en el interior de la embarcación.

El Ferry con capacidad para 200 personas atracado en el muelle de Útila, listo para salir a La Ceiba.

A los pocos minutos de comenzado el viaje, pese a la magnitud del ferry, me doy cuenta que dentro del mar nada es lo suficientemente grande, el yate se mueve deliciosamente como un columpio. Las olas pegan al lado y a cada rato  la embarcación sube las olas, cuando regresa de allá arriba da un vértigo sabroso. 
Este salto no a todos les gusta, pero en realidad es una sensación hermosa que se complementa cuando el Yate choca con el mar y produce chispazos de agua que se levantan a metros.

Útila, ubicada a 30 kilómetros mar adentro frente a La Ceiba, es tan pequeña que es posible caminarla de punta a punta, algo recomendado porque es así como se puede adentrar en su cultura, sus rasgos distintivos y sus sonidos. Da la sensación de estar en otro país en virtud de la herencia colonial heredada de Inglaterra que dominó el sector por más de 200 años, recordemos que las Islas de la Bahía pudieron ser de Honduras apenas en 1859 mediante el Tratado Lennox Wyke-Cruz.

Mientras la embarcación sigue el sube, baja y toparse con las olas, una dama de la tripulación me sirven un refresco, mientras en la parte frontal de la cabina de pasajeros veo a dos personas de seguridad vigilando que todo esté bien. Hay dos televisores que están transmitiendo dibujos animados, pero yo no le voy a eso, prefiero ubicar mi vista al mar y ver lo agitado que está.

Al llegar a la Isla, el muelle es muy sencillo apenas una pieza rectangular de cemento, sin mayores protocolos. Al primer contacto te das cuenta que en Útila todo es pequeño; las calles estrechas y las casas. Llama la atención la arquitectura particular de lindas casas de madera, algunas parecen que fueran de reyes. 

Calle central de Útila

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Dejando el muelle a unos pasos, me encuentro con la primera cosa por la cual hay que ir a Útila, en un negocio cercano es posible alquilar una bicicleta por tan solo 22 lempiras la hora, un dólar. Precios baratos me habían dicho que las Islas eran caras, pero Útila es diferente. Desde luego que, en el apartado de comidas, si quieres encontrar comida cara, las encontraras.

¿Qué más es barato? Pues trasladarte a los cayitos y sentir otros aires de la misma isla; Cayo Pigeon y los otros; pasear en kayak por la laguna y avistar las aves. Otro dato interesante de Útila es que no es lugar para carros, apenas mire 3. Los utileños se transportan en cuatrimotos, moto taxis y vehículos de los que usan los jugadores de golf. Muy interesante, verdad?
Una vista desde el Muelle
Obligatorio dar una caminata por sus rincones para absorber la vivencia del isleño normal, así es que en lo que me dirijo al lado opuesto del lugar me encuentro con afrodescendiente, está sentado en una esquina con pose relajado, tiene un cigarrillo en medio de sus dedos y piernas cruzadas una encima de la otra, le digo buenos días, me contesta en castellano con su lindo su acento de bilingüe y en seguida, sin preguntarle, me señala los hoteles del lugar.

Útila es una isla, multicultural, viven negros de habla inglés, blancos, garífunas, ladinos y los popularmente llamados caracoles que son el resultado de las mezclas entre los dos primeros.

El segundo elemento por el cual ir a Útila es su gastronomía, digamos que aquí hay comida que serán imposibles de encontrar en otras partes de Honduras, ¿qué tal cangrejo hervido con guineo y cebolla envinagrada, es para ellos lo que la machuca es para nosotros los garífunas.

Un tercero: visitar las cuevas de agua dulce, ubicado dentro de una área de arrecife, hay que bajar por unas escaleras al llegar al agua se camina una distancia por bajo tierra, inclusive hay que llevar linternas o candelas, entras por los túneles de las cuevas y abajo vas encontrando el agua dulce, mucho cuidado, eso sí. Aquí no me detengo pues esto me parece algo sobrenatural, muy apto para amantes de lo extremo. No sé si podré experimentarlo, pero se escucha algo con una carga emocional bastante fuerte. Quienes quieran llegar, queda camino al aeropuerto muy cerca de la empresa de energía eléctrica.

El cuarto, mucho más sencillo, contemplar el atardecer desde el puente frente al faro. Esto sí que no tiene precio. Es un momento idílico de amor con la naturaleza. Los colores entremezclados en el panorama del atardecer resultan una belleza inexplicable, justo lo que buscan los pintores para hacer las obras de arte que todos nosotros queremos tener en la sala de nuestras casas.

Y llegamos al quinto: ligar, sí, algo tiene Útila que llama la atención a los solteros y solteras. Vas solo y alguien presupone que encontraras compañía. Como me preguntó mi amiga que vive ahí, ¿te encontraste a alguien?  -No, le dije.

Una vista desde el Muelle

Aún sólito el tiempo vuela, hay que estar pendiente del reloj para llegar antes de las 2 de la tarde al muelle, llegas a las 3 y 30, pensando que la salida era a las 4 y te quedaras deseando tener un yate propio, silbando en el muelle, cantando tu propia versión del Muelle de San Blas, buscando hospedaje, dormir y salir al día siguiente a las 6 y 30 de la mañana.

No hay mal que por bien no venga dicen que el día anterior, el mar se puso más rebelde.  (FIN)
-Artículo hecho con colaboración de Gabriela Rivas-