lunes, 27 de julio de 2015

La mansión de Elvis Presley


Frontis de Graceland

Tegucigalpa, Honduras. - Una de las 50 curiosidades principales de mi vida ha sido, ¿Qué se sentirá ser rico?

¿Cómo descubrí yo lindo que es ser rico? Fue cuando entré a Graceland, la casa de Elvis Presley.  Hace mucho que murió la estrella del rock y su casa en Memphis, Tennesse es ahora un museo, se conserva tal y como  la dejó el “Rey del Rock’n’Roll”  que murió el 16 de agosto de 1977.

Llegué ahí en un momento libre en el marco de una beca del programa de visitantes internacionales del Departamento de Estado de los Estados Unidos. En la mansión de Elvis Presley he podido imaginar lo que es ser rico. Antes de eso, jamás  había conocido y menos entrado a una mansión. Es más, no conozco una persona solvente.

En el recorrido por Graceland se pasa por salas llenas de lujo y glamour. Se observan tallados de madera, mesas de billar, pieles de animales; cocina y comedores impresionantes. También se ve la sala de televisión donde Presley miraba sus programas; dormitorios elegantísimos. Se aprecian lámparas extraordinarias, muebles de ensueño y en la parte de atrás un inmenso patio que termina más allá de donde acaba la mirada.
 
Una preciosa sala, se conserva como la tenía Presley en 1977

Sala de TV

Otro salón para jugar al billar

En ese interminable patio que asemeja a una sábana verde corrían los caballos de Presley. Tambieen fuimos a la sala donde la estrella del rock atendía sus negocios. Recorrimos un pasillo con sus trofeos y muestras de su exuberante vestimenta.

También en el patio están los columpios donde jugaban sus hijos y para terminar el mausoleo de él y su familia. De todo esto disfrutan los ricos.
Para mí lo más impactante es que se incluye un ejemplar de la humilde casa donde nació Elvis. Aquí nos damos cuenta que el gran Elvis fue pobre. La diferencia entre la casa en donde nació y la que después compró  es como la noche y el día.  De la humilde vivienda paso a una mansión impulsado por su talento, dedicación, perseverancia.

Me gustó tanto ese recorrido porque obtuve lecciones que difícilmente me hubiera enseñado un profesor o leído en un libro. En esa visita me di cuenta lo lindo que es ser rico.

En nuestra América Latina nos enseñan que ser pobre es una virtud. Que los pobres van al cielo. Que la pobreza es mejor porque no te molesta nadie y se duerme tranquilo. Además se nos dirige a odiar a los ricos. Yo digo, no más con esta mentalidad.

Vale la pena trabajar para llegar a ser ricos. Vale la pena ser buenos en lo que hacemos y ganar buen dinero. Es sabroso darse lujos.  Disfrutar de los viajes, ser tratado con todos los honores, sentir solvencia.

Cuando nacemos, Dios nos proporciona talento para hacernos ricos pero la mayoría los desperdiciamos a medida que crecemos. ¿Todos los niños son inteligentes cierto? Pero adultos. Es otra cosa.

Si no fuera porque estudie periodismo, algunas cosas no me hubiera permitido,  por lo que lo primero es capacitarse y ser buenos en lo que hacemos, esa es la clave. Eso sí, si usted es artista o deportista de elite no se complique para qué estudia. Olvídese de eso.

Lo otro que hay que superar es el concepto de trabajar duro. Desde jóvenes nos dicen eso, pero los vigilantes trabajan duro y nada. La cosa es tener la más alta capacitación y buscar dirigir a otros. Júntese con personas de quienes obtenga algo, especialmente ideas. No cometa el mismo error de la mayoría. No pierda tiempo. Con gente que no da nada.
Maqueta de la casa donde nació con Presley.

Su exuberante y famosa vestimenta.

También en el patio la tumba de Elvis y sus padres.


La mayor parte de la gente desea ser rica de la nada. Eso es difícil, por no decir imposible. Hay que luchar y ser perseverantes, dedicados y disciplinados. Ser inteligentes atrevidos y valientes.

Vale la pena ser ricos, vivir bien, darse gustos, a eso venimos a este mundo. Debemos llenarnos de pensamientos positivos y buscar lo que queremos. Hay quienes no quieren salir del cascarón, piensan que vienen al mundo a vegetar, a no darle nada a nadie, a estar por estar. A esperar que otro le solucione su problema. No es así.