miércoles, 15 de febrero de 2012

HONDURAS: Una montaña de muertos


Foto de El Heraldo.hn Alex Perez
La mañana de hoy 15 de febrero de 2012 se puede describir así: muertos, muertos y más muertos. Tantos muertos que parecía el holocausto. Se cuentan 1, 2, 3, 4… 20..50.. 70…100…300 y hasta 376 presidiarios (conteo oficial, 8 de la noche) quemados por el fuego de un incendio en la Granja Penal de Comayagua, Honduras.

La tragedia ya es considerada como el siniestro más grande en la historia del mundo y la noticia recorre el mundo. Otra vez Honduras en la portada de El País, Le Monde, The Washington Post, New York Times, por algo que no representa orgullo, todo lo contrario. Y mientras todos sentimos dolor y el propio Presidente luce afectado en su fuero personal, otros minimizan el hecho y lo quieren ver como si fuera una vanalidad, esto encuentro en las palabras de Arturo Corrales, el superministro, que ocupa el puesto de canciller.

Corrales es un hombre que lo han vendido como el que más sabe, cuando en realidad no resuelve nada. Sus habilidades son desconocidas o secretas, lo que si se conoce es que siempre ocupa cargos de relevancia en los Gobiernos, sean los partidos que sean. Trabajó en la administración de Mel Zelaya, con el gobierno golpista de Micheletti y ahora con Porfirio Lobo, primero era ministro de Planificación, ahora anda de Canciller.
 
De nuevo con la tragedia nacional, los incendios en las cárceles nos son nuevos en Honduras: en el 2003, unos 167 murieron en las mismas condiciones en La Ceiba, luego en el 2004 ocurrió lo mismo en San Pedro Sula, hoy el turno es de Comayagua.

Es fácil imaginarse los últimos momentos de las víctimas, gritando por auxilio, viendo el fuego que les rostizaba la cara. Lo increíble es que no había quien les abriera los portones, mucho menos que le echaran agua al fuego.  Algunos murieron sosteniendo los barrotes en el intento que alguien escuchará sus gritos.

Vaya suerte la nuestra los hondureños, en las cárceles mueren en incendios o victimas de un mafioso; en la calle nos asaltan y nos dan un tiro; entran en las casas y matan familias enteras; en las escuelas no hay clases; en los hospitales, no hay medicina, los pobres sin comida. El desempleo es alto y los que trabajamos tampoco la pasamos bien; No se va a la fiesta por temor; No podemos subirnos a un taxi, tampoco a un bus urbano.

Las cárceles en Honduras son autenticas escuelas del crimen, desde ahí operan bandas de extorsionadores. En ese lugar no hay modales y las reglas las ponen los grandes mafiosos. Los guardias se hacen de la vista gorda. Los delincuentes entran y salen y hay hacinamiento.

Hoy el estado de los hondureños es de conmoción. Hay tristeza en los rostros. Hay mucho miedo. Nadie se siente seguro, en las calles, en los restaurantes, en los taxis, en las barberías suenan los testimonios: Aquél perdió un primo, el otro a un amigo, el barbero al amigo de un amigo, así va la cadena de  una desgracia que conecta a todos.

El Gobierno tampoco tiene capacidad de respuesta, en la mañana cuando los familiares se aglomeraron para buscar información, no tenía ni siquiera para dar agua y poner tiendas de campañas. La magnitud de la tragedia es tal que en vez de la lista de los muertos se da la lista de los vivos. Además el gobierno expone videos de los sobrevivientes para calmar a los sedientos de información.

Comayagua, el sitio de la tragedia, es una antigua capital de Honduras. Es una ciudad muy tranquila, colonial, con varias iglesias que evocan la época del mandato de España. Su Granja Penal se ve desde la carretera, nadie siente una repulsión sobre este lugar porque los presos de ahí tienen fama de buenos trabajadores, aman los cultivos y hacen una y mil actividades para mantenerse y contribuir a la sostenibilidad del Centro.

Para culminar esa vorágine de muerte y terror, hoy los periódicos informan de un hombre que al enterarse de la muerte de su hijo en el Hospital Escuela, hizo disparos dentro del Hospital y al ver el cadáver se suicidó con un disparo en la garganta.