miércoles, 16 de diciembre de 2009

Kabul, Bagdag y Tegucigalpa


Foto: flickr.com
El otro día el jefe de la Dirección de Lucha Contra el Narcotráfico, Julián González venía de dejar a su hija a la escuela, al regresar en su camioneta se encontró con un congestionamiento vehicular debió hacer parada obligatoria de pronto se pusieron junto a él dos muchachos en motocicleta y lo rociaron a tiros. Luego los tipos desaparecieron siempre en la moto.


Desde la colonia Venezuela, doña Dora Alicia Palma reportó que dos tipos merodearon su casa, entonces llamó a la Policía, “ya vamos”, pero nunca llegaron. Tras la llamada siguió viendo a los tipos detectando, en sus rostros, ganas de sangre. Los delincuentes terminaron su jueguito, Dora rezó un Padre nuestro y luego llamó al Comité para la Defensa de los Derechos Humanos, pero ellos le contestaron que ya perdieron capacidad; ni la Corte, ni la Fiscalía, ni la Policía, les atiende.

Además hoy los transportistas de carga pesada están en huelga. Pero no solo ellos, el transporte público decidió paralizar también, sus labores hoy. En las calles se miran miles de personas. A una señora le arrebataron la cartera. También aparece un taxista muerto. Vaya día. Por la tarde, cerca de la esquina de Diunsa hay tres tránsitos dando vía, pero lo sorprendente no es esto, sino que se paran justo donde hay un semáforo y contradicen lo que dice este dispositivo. Así forman un congestionamiento que le quita la paciencia a todos y por eso dos conductores se tratan mal, se manda a comer ya saben que, y se recuerdan a sus madres.

Si en carro la tortura son los miles de baches, por la acera tampoco se puede caminar porque se han convertido en parqueos públicos. No obstante el peatón debe aguantarse pues si pone un pie en la calle un carro lo atropella. Cada tienda tiene un equipo de sonido a todo volumen, la música no es nada agradable y la fidelidad del sonido peor.

El Parque Central está lleno de desempleados. En las calles se advierte una desconfianza y una inseguridad. Todos los rostros son de miedo, especialmente el de las mujeres. Ellas, con ambos brazos, protegen sus carteras, como listas para un ataque.

Los Bancos casi te desnudan para entrar en ellos, no puedes entrar con gorra, debes dejar todo en un locker. En los hospitales no hay medicinas.

Los celulares se hicieron para hablar por doquier, pero aquí en las calles, para cada celular, hay un ladrón listo para atacar.

Para combatir la delincuencia (bandas de secuestradores y crimen organizado) se ha conjuntado casi un ejército para-militar conformado por varias empresas de seguridad y guardias privados.  En Honduras en 2008 hubo unos 4 mil  400 homicidios, muchos de ellos en la capital.

Mel Zelaya repetía que había aumentado la Policía a 12 mil hombres, pero ahora se dice que los altas jerarcas del ente uniformado mentían en relación a esas cifras para quedarse con parte del presupuesto.

Aquí para salir a las calles se necesita un tanque blindado, con cañones incorporados, cinco teléfonos satelitales por si te roban alguno, chaleco, camisa, pantalones, zapatos y anteojos antibalas. No es Kabul, ni es Bagdag, es Tegucigalpa.

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